13 de agosto de 2011
(MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO) "Por algún motivo enraizado en mi psicología profunda (suponiendo que, con los sobresaltos financieros de las últimas semanas, aún me quede algo de tal cosa) hay autores que se me antojan de verano y otros de invierno. De verano me resultan, por ejemplo, Coetzee, Marsé y Chéjov (aunque en muchos de sus cuentos nieve y haga un frío que pela); de invierno, Dostoievski, Onetti (a pesar de que en Santa María el bochorno se haga a menudo insoportable) y, sobre todo, Dickens. Y, sin embargo, lo mejor que he (re)leído en lo que llevo de verano ha sido La tienda de antigüedades (1841), publicada recientemente por Nocturna".
Leer más