(JOSÉ LUIS ARGÜELLES) Debemos a Octavio Paz la recuperación de La familia interrumpida, la única obra de teatro que se conoce de Luis Cernuda. El autor de Libertad bajo palabra y premio Nobel de Literatura de 1990 dijo de aquella pieza que era una exaltación del amor erótico y una sátira de la familia. Eloy Urroz (Nueva York, 1967), otro mexicano, ha tomado aquel título cernudiano para su última novela, publicada por Alfaguara en el país azteca a finales del 2011 y recuperada ahora felizmente por Nocturna.
Una narración construida como una caja de resonancias a partir de “Niño muerto”, texto del poeta de La realidad y el deseo, y en la que se incorporan, convenientemente literaturizados, algunos pasajes del exilio inglés del lírico sevillano.
¿Literatura sobre literatura? Sí, por supuesto, pero también una tersa metáfora que propone sutilmente, por vía estética, algunos de los grandes temas de siempre (el amor y la muerte, la familia o la paternidad) desarrollados a partir de dos tramas especulares (las peripecias de Luis Cernuda y Luis Salerno) y los subtextos que proponen la obra teatral La familia interrumpida y el poema “Niño muerto”. Pese a la complejidad de ese entramado en el que se adunan ficción y realidad, literatura y vida, hay que elogiar la solvencia técnica con la que Eloy Urroz resuelve su historia.
La familia interrumpida es la octava novela del escritor mexicano. Éste forma parte, junto con Jorge Volpi, Ignacio Padilla, Pedro Ángel Palou, Vicente Herrasti y Ricardo Chávez, de una generación de escritores mexicanos que se agruparon bajo los postulados de un sonado manifiesto que titularon “Crack”. Se defendía ahí la recuperación de las ambiciones narrativas de los mejores títulos de los escritores del “boom” latinoamericano y se criticaba, por el contrario, la facilidad y chatura en la que había caído una cierta novelística derivada en muchos casos de algunas manoseadas fórmulas del realismo mágico, de la que Isabel Allende podía ser un ejemplo. Hay más. “En lugar de sepultar a nuestros padres, los reivindicábamos, buscábamos desesperadamente esas novelas de los cincuenta y sesenta que ya no existían en el mercado de los setenta y ochenta”, ha declarado Eloy Urroz, quien mostró en títulos como Las Rémoras una fértil manera de entender el discurso narrativo.
Poeta también y ensayista (ha dedicado un estudio a dilucidar las novelas de Jorge Volpi, por ejemplo), Eloy Urroz ha dicho que La familia interrumpida es, en realidad, una “novelacuento”. ¿Qué quiere decir el narrador con esa expresión? Pues que, a diferencia de su experiencia ante la escritura de otras novelas, el autor sabía desde que dio por definitiva la primera frase (“-Quisiera ver sus ojos otra vez”) cómo transcurrirían esas historias paralelas de Luis Cernuda y Luis Salerno, y que deberían funcionar con la precisión de relojería que tienen los mejores cuentos. Una propuesta cerrada y ajustada frente a la mayor apertura que, a su juicio, reclama la novela.
Y es cierto que en La familia interrumpida, cuarenta y tres capítulos de breve extensión (la novela tiene 254 páginas) en los que Eloy Urroz demuestra un gran talento para el diálogo, casan todas las piezas como en un preciso mecanismo del que admiramos su belleza formal, el encajamiento de la materia narrativa y hasta la sorpresa final que da un original sentido a la historia. Pero es también verdad que se nota alguna trampa en el solitario (Luis Salerno abre, curiosamente, el ejemplar olvidado de La realidad y el deseo por el poema “Niño muerto”), como si se viera demasiado esa mano que pretende acogerse al azar.