(JUAN LABORDA) Un viaje atemporal en busca de la identidad propia. Paralelos e irregulares, como el sendero de un par de gotas de agua que se deslizan por un cristal,transcurren los momentos fundamentales en la vida de dos creadores bien diferentes. La obra nos traslada de modo intermitente al exilio británico de Luis Cernuda y al periplo vital de un creador audiovisual mexicano que rumia sus cuitas en un Nueva York más o menos reciente.
Los pesares vitales de ambos, sin maniqueísmos ni melodramas de por medio, son el eje central de esta historia humana y sensible.
La vida de Cernuda, amores y desamores, pulsiones creadoras y el drama del exilio, se tratan con gran fuerza evocadora. Y en su pensamiento se ponen de manifiesto toda una serie de conceptos sobre lo absurdo de la guerra. Sabedor de que fascistas y soviéticos querían imponer su modelo a una España triste, nos ofrece una visión única de los ideales. Aquel mismo sinsentido identitario arrancará en la vida de otro Luis (cineasta éste) muchos años después con un correo electrónico. La familia aparece aquí como una caja de música en la que se guardan secretos. El roce continuado duele, pero sin ella no se puede vivir.
Las reflexiones intensas, acertadas, intelectualizadas, pero no por ello menos sentidas, son el fuerte de un libro penetrante y sabio. La muerte enfrentada a la paternidad, la existencia de Dios, el descubrimiento de la sexualidad o las preferencias vitales son algunos de los argumentos que se desgranan. Todo hasta llegar a la catarsis. Presenciar la muerte prematura es una lección salvaje. No se lo pierdan. Aprenderán mucho.