(MARCOS TORÍO) La tierra que Gema Bonnín (Valencia, 1994) imagina en Arena roja (Nocturna) está marcada por el dominio de Oriente frente al declive de Occidente. Europa y América, una vez perdida la supremacía económica y política, recuperan las prácticas de la Antigua Roma, cuna de la cultura occidental. En ese contexto, Faith es una adolescente que de Asia se traslada a Europa, vendida como esclava «por un crimen imperdonable». Debe sobrevivir en la academia de gladiadores para poder vengarse. Hasta ahí la sinopsis de la última sensación en novela juvenil, un reguero de aventuras que tendrá segunda parte.
De momento, su autora firma ejemplares este fin de semana en la Feria del Libro de Madrid.
Bonnín, residente desde pequeña en Mallorca, estudia Filología Inglesa, publicó su primera novela con Planeta a los 17 años, ha vivido en Qatar y ha viajado por gran parte del continente asiático. Con esos mimbres y un estudio histórico exhaustivo firma ahora Arena roja, en la que proyecta cómo será el mundo en el siglo XXII. «En ese futuro imaginado he procurado ser realista y tener en cuenta temas como la crisis medioambiental, por la que desaparecen ciudades como Venecia. Respirar aire puro o ver un cielo completamente azul son lujos que no están al alcance de cualquiera», explica la autora, que se ha preguntado «qué rumbo seguirá la vida» en esta novela de «tintes ciberpunk».
Los lectores conocen a Bonnin por La dama y el dragón (Destino, 2012), pero en Arena roja encontrarán «situaciones más crudas, reflexiones más maduras y una trama más trabajada», acorde con su propia evolución personal. «Es cierto que las dos novelas pertenecen a la llamada ficción especulativa y tienen rasgos comunes, pero creo que la ciencia ficción y la fantasía son diferentes. No van a encontrar dragones, castillos y magia, sino naves, rascacielos y ciencia».
Bonnín no reniega de la etiqueta de literatura juvenil, sino que apunta a un «filón» que se traducirá en una expansión del género. «Los booktubers y blogueros son un factor muy importante. Se trata de gente joven que dedica varias horas a la semana a preparar un contenido que habla de libros y lo hace con la pasión propia de la adolescencia. Su labor de fomento es admirable. Esa labor no debería terminar nunca y, con suerte, cada año aumentará el número de gente joven apasionada por la lectura. Quizá esté siendo muy optimista, pero no puedo evitar tener esa esperanza», concluye.