(ÓSCAR BROX) 5* En la obra de Kazumi Yumoto, la muerte aparece como una etapa de transición; el escenario propicio para llevar a cabo el primer estirón (en Los amigos) o, como en el caso de Viaje a la costa, para apaciguar ese dolor por la pérdida que, a falta de otra palabra que perfile mejor esa sensación, escondemos en nuestra intimidad.
La súbita aparición de Yusuke tras desaparecer años atrás provoca en Mizuki, su esposa, una especie de reconexión con un territorio ablandado por años de vacío emocional. Extraviado. Casi olvidado. En el que ambos emprenden un viaje en dirección a la costa para recuperar cada paso del primero hasta que le alcanzó la muerte. Cada fragmento de vida, cada memoria cuya huella quedó impresa en los diferentes lugares.
Para Yumoto, lo sobrenatural no es más que otro momento de la realidad. Un plano compartido en el que los muertos recientes aprovechan que todavía no han desaparecido para agotar esos últimos instantes junto a los vivos. Lo que quedará, después de todo. Una búsqueda, acaso incansable, por entender esos lazos vitales que nos unen. Y es que siempre notamos el esfuerzo con el que su autora capta las diferencias en el matrimonio, los secretos que se esconden o se confiesan sin romper la ligazón entre ambos. Quizá porque no se busca el reproche sino la conmiseración. La ternura de esas pequeñas cosas que dibujan otro tiempo.