(A.O.) Sería fácil apuntar que Un paisaje de cenizas es una de esas raras novelas cuya lectura deja un poso que permanece durante días. Seguramente porque hay un punto de verdad en lo que relata, que la emparentan con Suite francesa, la gran obra de Iréne Nemirosky, madre de la autora. Porque la novela ficciona sucesos vividos durante la guerra, y ahonda sobre el rechazo de la diferencia, sobre las mentiras que perviven entre los seres humanos para creerse mejores que sus iguales. Y lo hace a través de la mirada infantil de Léa Lévy, oculta en un internado católico en Burdeos, y envuelta en los sucesos que acabarían en la Segunda Guerra Mundial. La novela, publicada en 1996, poco antes de su fallecimiento, quedó finalista del premio Goncourt.