(ÁNGELES LÓPEZ) En 1942, los padres de Élisabeth Gille (Irène Némirovsky y Michel Epstein) fueron deportados a Auschwitz, de donde ya no saldrían. Élisabeth y su hermana Denise sobrevivieron escondiéndose en sótanos y pensionados de Burdeos. Élisabeth dedicó toda su vida a la literatura: fue traductora (entre otros, de Patricia Highsmith) y editora. Un paisaje de cenizas ganó el gran premio de las lectoras de la revista Elle.
"Es imposible dialogar con el dolor físico", decía Cioran, cargado de razón. El sufrimiento nos deja sin capacidad de respuestas, sin dialéctica. Se convierte en un monólogo interior que ciega cualquier salida. Ante ese abismo, en esa épica del vacío, se sitúan estas páginas fronterizas, disfrazadas de memoria y ficción, con un oído absoluto para el recuerdo pero sin olvidar la ferocidad de la gramática como lenitivo.
Es difícil asumir por qué tus padres se separan de ti. Especialmente si tienes 5 años. Primero él, al que solo le quedó tiempo para un cariño efusivo y la entrega de un manuscrito; la madre después. Destino sin billete de vuelta: Auschwitz. Las dos hijas del banquero ruso Michel Epstein e Irène Némirovsky aprenderían a vivir en la clandestinidad de un internado católico. La pequeña Babette es en este relato Léa Lévy, inteligente, rebelde y hostil, salvo con Bénédicte, dos años mayor que ella e hija de combatientes de la Resistencia. Su amiga la ayudará a escapar del abismo y de sí misma, gracias al calor, la imaginación y la complicidad. Un afecto que supondrá para la niña la primaria recompensa por la ausencia de su familia, por el robo de su infancia... esa verdadera patria que a nadie debería ser sustraída. En medio de esa devastación interior, la pequeña Léa no es una víctima angelical. Tan inteligente como petulante e indómita, provoca el desasosiego continuo de una de las monjas que, por un lado, intenta blindar a la difícil pequeña al tiempo que reza por verse libre de su presencia.
Con una melodía misteriosa e introspectiva, asistimos a la culminación de la segunda Gran Guerra y a cómo la protagonista es acogida por los padres de su amiga, que tratarán de protegerla para que no descubra lo acontecido durante la Solución Final. No obstante, Léa indaga. Comenzará una búsqueda obsesiva, escuchará boletines de radio, recolectará información e incluso se enfrentará a uno de los asesinos antisemitas durante un juicio. Mientras no cesa de hacerse preguntas esenciales como: ¿qué significa presenciar la atrocidad generalizada?, o ¿dónde radica el mal endémico de la condición humana? Acompañaremos a las dos amigas a la Sorbona, donde una se interesará por las citas con muchachos y la otra conocerá a un profesor de filosofía que le hará descubrir que se puede crear una identidad judía voluntaria
Aunque con una redacción menos refinada y elegante, pero no menos eficaz en su sencillez, puede ser considerada una suerte de secuela de la imprescindible Suite francesa de Némirovsky. Estamos frente a una necesaria reflexión -ningún tramo de la literatura del Holocausto, con mayor o menor acierto, es innecesario- sobre la imposibilidad de olvidar un pasado traumático, común a los judíos liberados de los campos de exterminio, así como a quienes les esperaron sobreviviendo "en un paisaje de cenizas".