(RUBY FERNÁNDEZ) Carnaval literario
Entre sus cuatro paredes nos encontraremos con el crudo ambiente literario italiano, con cineastas como Antonioni, Resnais, Truffaut y todo lo que ello conlleva convirtiendo a este en un biográfico volumen de cineclub, palomitas, prejuicios y egos literarios no apto para lectores poco observadores. Una obra para explayarse, pero se necesitarían varios suplementos literarios para ello.
No tenía más religión que su cine ni más altar que un efebo de arrabal. De ser alguna, esta sería la consigna que habría de resumir la vida y maneras de Pasolini. Jose María García López, mediante su erudito y depurado lenguaje, enumera a lo largo de estas cuatrocientas catorce páginas las características de un cine vivido y personal mediante una prosa de inmediata y pura rigidez y es que Pasolini, aunque quisiera, no podía ni se permitía dejar de rodar ni un solo instante, sólo él sabía cómo sentir para y por ese cine que no acepta el poder del olvido y la relatividad que imprime el tiempo. Nos encontramos ante una novela para amantes acérrimos del director italiano y de su escéptico pero entusiasta cine. Bajo un lenguaje extremadamente cinematográfico y cargado de recursos estéticos, García López nos muestra la enciclopédica obra de un joven Pasolini que exuda altas dosis de trivialidad camuflada de falsa frivolidad, igual que su cine, igual que su prosa, igual que su libidinoso sexo no concebido para la reproducción; éste le llevaría a perder su plaza de docente y a ser expulsado del partido comunista en el que militaba con fervor. Ante todo, José María García López presenta a un personaje preocupado por el estrato más débil de la sociedad de su tiempo -que es el nuestro, ya que en todas las épocas se habitaron extrarradios- y deseoso de la vuelta a un pasado más tranquilo y humano.
Libro plástico y muy cómodo en el cual se alternan narración, poesía y diálogo conjuntamente fluidos e interesante y artísticamente virados. La historia del arte es algo inherente en Pasolini y sus maneras de hacer: África y su influencia, Románico e incluso el Barroco más tendente al Rococó sirven al italiano de fermento inspiratorio a la hora de legar su impronta. Saló o los ciento veinte días de Sodoma, Acattone, Pajaritos o pajarracos, El Evangelio según san Mateo o Teorema en términos cinematográficos y Petróleo, Chicos del arroyo o Las cenizas de Gramsci en términos literarios son algunos de los fabulosos apuntes que el narrador deja a modo de semillas para volver a casa, una casa de la que no querremos salir una vez abierta la puerta. Entre sus cuatro paredes nos encontraremos con el crudo ambiente literario italiano, con cineastas como Antonioni, Resnais, Truffaut y todo lo que ello conlleva convirtiendo a éste en un biográfico volumen de cineclub, palomitas, prejuicios y egos literarios no apto para lectores poco observadores. También tendrán su espacio dentro de este carnaval Marx, Sade, Bretch, Stanislavski, Buñuel, Bach, Bataille o la cruda esencia de poetas renacentistas que se convertirán en polizones de la vida y milagros de Pasolini desde el momento en que junto a su madre y a su efebo deciden abandonar Bolonia en busca de un futuro mejor. No se separarán de él hasta llegar al puerto de Ostia en el cual Pier Paolo legará su cámara a un andrea cualquiera dándose de bruces con la no tan temida muerte. Policía, escritores, mafia italiana, estrenos cinematográficos, perversiones sexoliterarias, libros, rencillas, amores sucios y furtivos, callejeros y guías de viajes, filosofía o mapeo ciudadano, serán los temas que junto a Nocturna nos propone este Pasolini o La noche de las luciérnagas.