(ANDRÉS AMORÓS) En Los amigos (Kazumi Yumoto), tres chicos de unos doce años –el gordo, el flaco y el gafotas– juegan, estudian, se pelean. Cuando fallece la abuela de uno de ellos, se dan cuenta de que no saben qué es la muerte –¿quién de nosotros lo sabe de verdad?– y deciden averiguarlo, espiando a un viejo que, sin duda, va a morir muy pronto. Así comienza esa extraña relación, en la que hay episodios cómicos y trágicos, realistas y sentimentales; dura hasta que, como estaba previsto, el viejo muere y se completa la "educación sentimental" de los jóvenes.
La trama y los diálogos son sencillos pero no dejan de plantear graves cuestiones: "Si todo se muere, ¿por qué tememos tanto a la muerte? Lo peor es que no lo sabremos hasta que nos muramos".
En la vida de estos chicos hay anécdotas banales pero también temores, ignorancias, sueños... Es una novela sentimental, por supuesto, pero no sonrosada: el viejo recuerda episodios crueles que vivió en la guerra; los chicos han de aceptar los fracasos de sus padres...
Me ha recordado algo una película francesa, Juegos prohibidos, protagonizada por un chico y una chica, en la que sonaba, al fondo, la guitarra de Narciso Yepes, con su famosísimo "Romance anónimo".
El final no es sorprendente sino lógico: los chicos se van haciendo mayores, al aprender algo sobre el único problema de verdad importante. Uno de ellos –aunque no se la cite, en la novela– es, sin duda, la narradora: "Tiene el don de expresar de forma muy simple cosas muy importantes. ¿Cómo lo hace?" Escribiendo novelas como ésta, para chicos y grandes.