(ELENA SIERRA) En 1992, que es como decir hace mucho, mucho tiempo, Kazumi Yumoto (nacida en Tokio en 1959) escribió esta novelita que tiene mucho de cuento y mucho de eso que se llama ‘bildungsroman’ o, lo que es lo mismo, esa narración en la que los protagonistas maduran, crecen. Los tres amigos de esta historia pequeña, pero que será difícil de olvidar –Yamashita, Kiyama, Kawabe–, están a punto de iniciar el bachillerato (y se pasan las horas yendo a academias y haciendo deberes, o eso se supone, en una muestra de la importancia de los estudios en su cultura) y en su último verano juntos sienten un gran interés por la muerte. De ahí que se dediquen a vigilar a un viejo del vecindario del que han oído decir que está en las últimas...
Y su tarea de detectives acaba convirtiéndolos en acompañantes, alumnos, amigos de ese tipo que vive solo y tiene mucha historia que contar.
Con el viejo, los tres amigos van a ver el mundo de otra manera, preguntándose cosas que hasta entonces no se les habían pasado por la cabeza: qué es el miedo, qué es la vida, por qué la soledad, cómo serían los mayores de pequeños, cómo serán ellos mismos... Y van a mirar a sus familias de otra manera, dándose cuenta por fin de realidades que no podían ver bien hasta entonces. Van a crecer ese verano, y lo van a hacer compartiendo emociones, con mucha ternura. La novela de Yumoto recuerda a la película ‘Cuenta conmigo’ –basada en una novela de Stephen King–, a ‘Mi planta de naranja lima’, de José Mauro de Vasconcelos, y algunos relatos de Ana María Matute. Tierno, sencillo, divertido, con cierta carga de profundidad.