(MIGUEL BARRERO) Kazumi Yumoto (Tokio, 1959) publicó Los amigos, su primera novela, en 1992. El libro, adaptado al cine dos años más tarde, se convirtió pronto en un rotundo éxito de público y crítica. Yamashita, Kiyama y Kawabe son tres amigos que, al inicio del camino de la vida, no dejan de preguntarse por la muerte. Su curiosidad les conducirá hasta las puertas de la casa donde habita un anciano anónimo del que se convertirán en inopinados ángeles custodios, siempre dispuestos a hacerle más fácil y llevadero el camino hasta su último suspiro.
Hay libros que uno aborda con ciertas precauciones, sobre todo si sospecha que las expectativas que se plantean en la contraportada pueden resultar excesivas para los méritos de una autora de la que nada sabe y que, según los datos facilitados por la propia editorial, debutó precisamente con la misma novela que el lector sostiene entre sus manos. Por fortuna, no lleva mucho tiempo cerciorarse de si los temores son infundados o si, por el contrario, disponen de un tronco firme al que aferrarse.
Los amigos pertenece, y es una suerte, al primer grupo. Si bien la novela de Kazumi Yumoto arranca sin grandes alharacas, poco a poco los acontecimientos que en ella se narran van ganando en interés y nos conducen página a página hacia un final que no por previsible resulta menos emocionante. Acaso en esa cualidad radique el principal botón de muestra que explica el talento de su autora. Desarrollar una trama sorpresiva en la que todo sean golpes de efecto y la acción se desarrolle a golpe de concatenaciones causa-efecto que concluyen en una pirotecnia inesperada resulta, hasta cierto punto, sencillo. Hilvanar, por el contrario, una narración que se acomode en la cadencia suave de la infancia para discurrir, con placidez y sin estridencias, hacia un broche que no hace más que cumplir los preceptos más básicos de la lógica, y hacerlo de forma que el lector no solo no se canse, sino que sienta verdadera curiosidad por saber cómo ocurre lo que no podrá nunca ocurrir de otro modo, es una empresa verdaderamente difícil, y Yumoto lo consigue con una mezcla de cálculo y desparpajo que convierten la lectura de este libro en una verdadera delicia.
Hay que aclarar, no obstante, que Los amigos no es un mero entretenimiento para tardes primaverales. La novela, una narración iniciática a propósito del viaje interior que tres amigos emprenden en el tramo más tierno de sus vidas para tratar de aprehender el sentido último de la muerte, ahonda en preguntas que todos nos hemos hecho sin ser capaces de hallar nunca la respuesta, y en esa complicidad que se establece con las infructuosas pesquisas de los tres adolescentes termina anidando el sabor amargo de la única certeza irrevocable. De ahí que resulte tan injusto enmarcar a Los amigos dentro de la llamada literatura juvenil. Como todas las obras bien hechas, nos interpela a todos, con independencia de edad y condición.