Crítica de Princesas, de Keyserling (Aceprensa)

21 de junio de 2010
Uno lee a Eduard von Keyserling (1855-1918) y piensa, de inmediato, en la despedida final de la Belle Époque. Sus novelas —pienso ahora en Olas, por ejemplo (ver Aceprensa, 19-05-2004)— reflejan el mundo decadente de la aristocracia báltica de habla alemana, los últimos días de un particular modelo de buen gusto y elegancia, ceñido a las convenciones sociales de una clase social en retroceso.
En efecto, todo es elegante en Von Keyserling, empezando por su estilo literario, decadente, hermoso, extraordinariamente sutil, más sugerido que hablado, de colores matizados, como una sombra que subraya todo el paisaje de su literatura. A Keyserling se le ha leído poco en castellano y eso sorprende, sobre todo si pensamos en el éxito de otros autores de épocas cercanas: de Zweig a Joseph Roth, pasando por la decadencia posterior pero muy afín de un Thomas Mann. Ahora, Nocturna Ediciones ofrece la que quizá es su novela más representativa, la más popular desde luego en Alemania, que el autor escribió poco antes de morir en 1918, cuando ya era ciego, consecuencia de una sífilis, y que dictó de viva voz a sus hermanas.

Princesas es un retrato social del amor y de la pérdida. Todo se sostiene sobre esta particular melancolía: la ingenuidad del amor juvenil, el dolor del amor derrotado, la esperanza del amor correspondido. El lenguaje, los diálogos a media voz, la etiqueta en los gestos, subraya la sutilidad de la novela. Los protagonistas giran en torno a la corte de un pequeño principado arruinado, incapaz de adaptarse al cambio de los tiempos. ¿Qué hacer ante la posible ruina? Esa parece la principal preocupación de la soberana del país, la viuda Adelheid von Neustatt-Birkenstein, que duda entre casarse o no con un pretendiente que podría solucionar los problemas económicos de la corte. Sus hijas, en cambio, viven el ingenuo aroma del amor juvenil, con una desenvoltura propia de la época. Entre medias, el ir y venir constante de pretendientes, doncellas, criados, militares y jóvenes campesinos.
 
Al leer la novela, uno no puede dejar de pensar que hace tan solo cien años de todo esto: un mundo aristocrático y elegante, que se rige por un código de honor y de conducta que ya no existe. Permanece la literatura, por supuesto. Como esta bellísima, sencilla y magnífica novela de Eduard von Keyserling. Daniel Capó. 

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