Bestiario editorial de Qué Leer (número de enero, 2005): Irina C. Salabert.
(MILO J. KRMPOTIC) Reza el (poco finlandés) lugar común pedagógico que la letra con sangre entra. Pero, en lo que a esta madrileña de 1990 respecta, la famosa letra estaba ya allí antes de cualquier clase, venía de fábrica, en cuanto es nieta del traductor Miguel Salabert e hija de la escritora Juana Salabert. Flirteó, cierto es, con la idea de dedicarse a la biología marina, luego se planteó ejercer de librera, pero ni las ciencias ni la organización del espacio parecían ser lo suyo y, nada más cumplir las dieciocho primaveras, mientras realizaba informes de lectura y corregía textos ajenos, decidió utilizar la herencia de su abuelo para fundar su propia editorial. Corría 2008, tiempo ya de cuitas económicas, pero, junto a Luis de la Peña, crítico de largo recorrido en Babelia y pareja de su progenitora, decidieron lanzarse al ruedo...
... bajo la idea de que "si surgíamos con la crisis, empezaríamos desde abajo y todo sería mejorar gradualmente, en lugar de caer". Sobre el nombre con que bautizaron el proyecto, nos cuenta que "fue algo espontáneo: un día pensamos en el tópico de que los lectores son gente nocturna, siempre sacrificando horas de sueño para leer, con la mesilla de noche atestada de libros... Y a esa idea le pegaba el logotipo de un gato". Así que Nocturna fue y el minino se quedó.
Con Sigrid Kraus (Salamandra) y Valeria Ciompi (Alianza) como modelos, Irina y Luis optaron por escarbar en tres direcciones a la vez: la narrativa, las biografías y las memorias, y el género juvenil, a fin de "poder publicar tanto a Jorge Eduardo Benavides como a A.C.H. Smith / Jim Henson". El primer apartado les permitió dar rienda suelta a su pasión "absoluta e irremediable" por Eduard von Keyserling, de quien suman seis títulos: "Es un autor minoritario, pero también lo es Julien Gracq, y Luis y yo nos hemos hecho editores por escritores como ellos. Von Keyserling tiene una sensibilidad lampedusiana que nos insta a perseverar con sus novelas, por poco que vendan". Y en el tercero han ido a encontrar el filón por el que toda editorial suspira, la serie de El corredor del laberinto, de James Dashner: "En los cinco años de Nocturna, nuestro `éxito` previo había sido La tienda de antigüedades, de Charles Dickens. Si comparo sus 3.000 ejemplares con los 50.000 que lleva de momento El corredor del laberinto, a falta de las otras dos películas que hay pendientes, me da vértigo". Un vértigo que, como las demás emociones propias de su trabajo, Irina C. Salabert sublima a través de una peculiar adicción: "Para relajarse después de entregar un libro a la imprenta o tras la lectura de varios manuscritos, ¡nada mejor que un videojuego!"».
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