(EUGENIO FUENTES) Al protagonista de
La paz de los vencidos, un inmigrante peruano en Tenerife, le gusta leer. Por eso suele llevarse un librito a su trabajo de vigilante de un garito de tragaperras, donde, por cierto, tiene prohibido leer.
Al protagonista de
La paz de los vencidos también le gusta escribir, pero se contenta con llevar un diario, aunque estima que «el escritor que se dedica a escribir un diario es cualquier cosa menos un escritor». A través de ese diario, parido de octubre a abril casi como una memoria de un curso académico, el lector toma tierra, descubre la animosa falta de expectativas vitales que asedia al peruano y, de repente, ve trastocarse todo el andamiaje rumbo a derroteros insospechados. El peruano Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, 1964), que pasó una década de su vida en Tenerife, tiene una ya larga trayectoria como autor de novelas en las que el realismo de impronta urbana se tiñe de fantasía de estirpe cortaziana.
La paz de los vencidos le ha valido el reconocimiento del premio de novela «Julio Ramón Ribeyro».
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