Admirador confeso de la música de Victoria, que asegura que escucha a menudo, José María García comenta que hace tiempo se planteó la escritura de una novela que tuviese como protagonista al genial polifonista abulense, a pesar de ser «plenamente consciente» de que era «una apuesta arriesgada» porque «no es precisamente un personaje muy novelesco».
Durante la labor de documentación llevada a cabo para conocer a fondo al personaje, del que afirma que es curioso ver «cómo un hombre tan humilde y tan espiritual puede ser tan interesante», el novelista abulense descubrió en el convento de las Descalzas Reales de Madrid, donde Victoria pasó los últimos años de su vida ejerciendo como capellán y organista, la figura de Sor Margarita, archiduquesa que era hija del emperador Maximiliano II de Habsburgo y de María de Austria, una mujer profundamente admiradora de la obra y de la persona del compositor abulense que coincidió con él en el convento y que José María García supo de inmediato que «era un personaje novelesco ideal» para establecer «una conexión» con el autor del Officium hebdomadæ Sanctæ y dar forma a su idea de escribir una novela.
En principio la recreación de la vida del Abvlensis iba a nacer de una «especie de diálogo a través de la música» entre esos dos personajes protagonistas, pero finalmente, explotando con mucho tino «el contraste entre un hombre humilde y genial y una mujer brillante que eligió la clausura» como opción vital, la novela se convirtió en la «supuesta confesión» que hace una mujer «compleja», monólogo que realmente es «la alucinación histórica de una archiduquesa que rememora con cierta lucidez los recuerdos de la infancia pero que lo hace de forma cada vez más confusa conforme discurre el tiempo, por ejemplo llega a mantener vivo a Victoria en su mente varios años después de que éste falleciese».
En su «alucinación», la archiduquesa que se encerró en las Descalzas Reales no acaba de entender «cómo una música tan rica, tan elevada, puede salir de una persona tan humilde», una negación de la realidad que la lleva a «atribuir a Victoria más viajes y más peripecias de las que realmente vivió».
«No es una biografía». Consciente de que su novela «no puede sustituir a una biografía de Victoria», por mucho que relate lo esencial de su vida, José María García manifiesta que en El corazón de la piedra lo que ha querido destacar del Abvlensis, fundamentalmente, «es su genialidad, la de un hombre que a pesar de su humildad tenía plena conciencia, como también la tenía Cervantes, de su propio valor», un orgullo personal que se nota, por ejemplo, «en su empeño por editar su obra de una forma muy cuidada, magnífica».
Con esta novela, añade su autor, también ha querido «destacar que en Tomás Luis de Victoria, que por desgracia es más conocido en el extranjero que en su propio país, aunque parece que en ese sentido ya empiezan a cambiar las cosas, estuvo algo de lo mejor que la España de su época pudo dar al mundo en forma de arte y belleza, en contraposición a la barbarie que en forma de guerras y otros tipos de luchas se dieron en el Imperio… es decir, el arte como contrapunto a otras voces llenas de violencia que también fueron polifónicas». En ese sentido, añade, la obra «tiene algo de vocación europeísta, con homenaje incluido a Cervantes y a las tres religiones que convivieron en España en relativa tolerancia».
Ambientada en la Europa de las guerras de religión y la Leyenda Negra durante los reinados de Felipe II a Felipe IV, además de recrear la figura de Victoria este «retablo de quimeras y sombras retrata el poder y la gloria de personajes clave como el misterioso emperador Rodolfo II en su corte de alquimistas del castillo de Praga, artistas como Arcimboldo y Cervantes, leyendas como la del Golem o la Condesa Sangrienta y, por su puesto, las miserias y las locuras de los Habsburgo con las especulaciones musicales y cabalísticas del momento».
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