Icono de los años veinte, Kiki habla de su intimidad en «Recuerdos recobrados»
Kiki de Montparnasse
Género: MEMORIAS
Editorial: NOCTURNA
Páginas: 230
Precio: 18 euros
POR MARTA SANZ
El estilo literario de Kiki es como el de sus retratos: conciso, amoroso, solvente en la selección de imágenes que se incrustan en la retina del lector acercándole escenas de un imaginario mítico.
EN SÍNTESIS
Tras su desintoxicación y junto a un amante que la ama y a quien ama, Kiki de Montparnasse recupera fogonazos de su vida como su infancia rural de niña bastarda -su padre la intenta asesinar- o su coronación como reina de la bohemia y el cabaret en el París de entreguerras. Los recuerdos de Kiki, modelo, cantante y pintora, son el hilo en el que, en el ambiente de los cafés de Montparnasse, se ensartan entrañables retratos de Man Ray, Jean Cocteau o Modigliani.
LA CITA
«¡Puaj! Hacerlo por dinero… En todas mis orgías, en mis noches de locura hay algo que nunca he traicionado: el amor».
LA AUTORA
Kiki (1901-1953) es la espalda que Man Ray fotografió para pintar sobre ella las ranuras de un instrumento de cuerda dando una visión del erotismo que necesita delicadeza; es la nariz que Calder usó como símbolo de la feminidad; la sofisticación de una mujer con cigarrillo pintada por Van Dongen y la dulzura de los retratos de Kisling. Kiki de Montparnasse es el icono de una época en la que se admiraba sobre todo a los artistas y, además, una retratista, con la palabra y el pincel, nada despreciable.
COMENTARIO
En su prólogo, Pazó Espinosa relaciona estos recuerdos con la picaresca: en el arranque de sus andanzas, la miseria y el abandono vinculan la voz de Kiki de Montparnasse –su verdadero nombre era Alice Prin- con estos personajes literarios. Sin embargo, la Kiki que se construye a sí misma en estos capítulos, pese a reivindicar su sexualidad –desea y se masturba, aspira a perder la virginidad fallidamente en unas cuantas ocasiones, folla con sus amantes por amor, nunca por dinero…-, esa Kiki tan mujer, en su relato, no nos escamotea con elegancia pacata las penalidades que los autores de novela picaresca les ahorran a sus heroínas. Las aventuras de las pícaras recrean pretensiones de ascensión social, mientras que los pícaros suspiran por una tortilla donde se noten los huesecillos de los “sin ventura pollos”… Kiki sufre depresión “como precio a pagar por haber pasado hambre tantas veces.”
Kiki, sensible y económica retratista, consigue con tres trazos aprehender a un personaje: de ello son buena muestra los cuadros que ilustran la excelente edición de Nocturna. Esas aptitudes para la pintura convierten en dudosa una supuesta falta de voluntad de estilo; un estilo que acerca al lector con una familiaridad morbosa escenas como la del suicido de Jeanne Hebuterne; un estilo aparentemente ‘natural’ e ‘ingenuo’, despojado, con la marca de ese epidérmico y a ratos humorístico desinterés formal que constituye la búsqueda y la realización estilística de autoras como Valérie Mréjen.
-
ENLACE al artículo.
Imagen: © Man Ray.
Kiki de Montparnasse (1926)