04 de marzo de 2013
(EUGENIO FUENTES) Eduard von Keyserling (1855-1918) está considerado el máximo representante del impresionismo en lengua alemana. Lo cual viene a querer decir muy en primer lugar que la marca de agua de su prosa es una delicadeza poco habitual. Súmese a esto, para completar la explicación de la etiqueta, que Von Keyserling no sólo se recrea en el comportamiento de sus protagonistas, sino que, además, presta cuidadísima atención a los entornos: cambios y estatismos en luces, paisajes y objetos cobran en sus líneas una inquietante fuerza.
Claro que todo esto lo saben ya los lectores que, desde 2010, vienen siguiendo el esfuerzo de
Nocturna por rescatar la obra del noble báltico, testigo de excepción de la decadencia de una raza: señores tan incapaces de amar como de refrenar sus pasiones a los que, a menudo, retrata confinados en un castillo y cercados por el invierno. Un fin de raza que en
Dumala (1908) se encarna en un poeta, un clérigo y un barón enfangados en una, a la postre, catastrófica lucha por el corazón de una joven.
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