María Pérez | Madrid
Actualizado lunes 01/02/2010 16:52 horas
"Muy señor mío:
Espero que disculpará la libertad que me tomo al dirigirme a usted, así como la libertad que me tomé hace unos cuantos días
al hacer amistad con su hija pequeña, pero creo que ni siquiera alguien que ’no’ sea, como yo soy, un gran amante de los niños, podría dejar de sentirse atraído por ella".
Esta carta, en la que C. L. Dodgson -nombre real de Lewis Carroll-
pedía permiso al padre de Mabel Amy Burton, para enviar a la niña, de 8 años, un ejemplar de su relato ’Alicia en el país de las maravillas’, conmocionó a la familia.
Mabel no había comentado en casa
su encuentro en la playa con aquel "extraño ’gentleman’" y para entonces, 1877, el éxito del popular cuento de Carroll había ya encumbrado al autor. La señora Harriet Burton, viuda desde hacía años, autorizó entre desconcertada y emocionada el inicio de la correspondencia entre el escritor y sus dos hijas.
Ahora, estas misivas, que
rastrean la relación entre el autor y la niña a lo largo de los años y donde se refleja el mundo interior del escritor, se publican por primera vez en castellano, en ’Cartas inéditas a Mabel Amy Burton’ (Nocturna Ediciones). El volumen
reune algunas de las misivas que el autor destinó a Mabel, a su hermana y a su madre, así como imágenes de los textos originales y los comentarios del experto en Carroll Pierre E. Richard.
Las cartas hacían el camino entre Oxford (donde vivía el escritor, profesor y fotógrafo) y Londres, donde residía Mabel. En ellas, Dodgson -o Carroll, como firmaba algunas de las misivas- crea un
mundo a medio camino entre la realidad y la fantasía, donde mezcla la ironía cáustica y la ternura para crear un mundo paralelo, absurdo y estrafalario.
Así le describía a Mabel, por ejemplo, el plan de uno de sus encuentros:
"No voy a molestarme en llevar a una criatura ’conmigo’: iremos en dos coches de alquiler, tú en uno y yo en el otro; y cuando lleguemos al museo, recorreremos las salas en sentido contrario, ya que a mí siempre me gusta estar ’ bastante solo’ cuando miro los cuadros. Por supuesto que, cuando nos crucemos, podremos saludarnos con una inclinación de cabeza...".
La excursión no fue, en realidad, tan terrible, escribe Richard. "
El recuerdo de esas horas había de mantenerse tan vivo en Mabel que, medio siglo después, recordará los menores detalles de la ropa que llevaba". Hasta conservó el ejemplar del catálogo del museo que Charles le regaló.
Los retratos fotográficos y bocetos de niñas desnudas o con ademanes insinuantes realizados por Dodgson y sus estrechas relaciones de amistad con una larga serie de niñas han alimentado las voces que atribuyen al autor tendencias pedófilas. Richard lo califica de "malos entendidos del público frente a él, que él mismo alimentó cuando menos por una especie de rechazo obstinado de cualquier confusión de géneros".
El comentarista añade que todas
aquellas las mujeres "cuya infancia se cruzó con la vida de ese personaje llamado Lewis Carroll, conservarán de él, un recuerdo adorable, como el de Enid Shawyer", quien llegaría a comentar: "Mi amistad con él fue probablemente el más precioso bien de mi larga vida". En sus memorias, Mabel describiría sus encuentros con el escritor como "una época maravillosa".
Aunque
los contactos de Dodgson con Mabel y su familia se prolongarían durante una década más, en 1986 la niña se había convertido ya en una joven que estudiaba en Alemania. Dodgson respondía con aires de despedida a una cariñosa misiva de Mabel:
"Te escribiré algún día: pero, incluso si no lo hiciera,
cree en mi cariño.
Tu afectuoso amigo,
Lewis Carroll"
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