(JOAQUÍN ARNÁIZ) Una primera novela tiene a veces el ruido del champán en el acero de un nuevo transatlántico, es decir, la sorpresa de descubrir un nuevo mundo y una nueva voz, a la vez que reiniciar el uso establecido de las tradiciones náuticas. Y así siente el lector a
esta primera novela del joven toledano Martín Sotelo, que por un lado parece entroncar con aquel tremendismo de Cela o de «Lola, espejo oscuro», de Fernández Flórez, y, por otro lado, nos crea personajes como la pareja que vive medio siglo unida por una deuda de sangre, Nilo y Flora, o el contador de chismes local, el gallego Suso Nogueira.
Con una prosa realista y cercana en algún momento a las «aventis» de Marsé (fotos eróticas de ella que hacen imaginar escenas al protagonista en la cárcel), Martín Sotelo nos cuenta una historia de amor «fou»: un hombre enloquece por una criada que ha conseguido casarse con un hijo de la nobleza.
La pareja de amantes matarán al marido. Ambos irán a la cárcel. Pasarán los años, volverán a juntarse y finalmente el hombre la asesinara cuando ya vivan retirados en un pueblo. Y con ese crimen, un giro más en un baile de medio siglo, se iniciará esta novela, quizá espejo oscuro de una España donde el deseo y la obsesión siempre siguen presentes.
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