06 de marzo de 2012
(Número 230, marzo 2012). Julien Gracq (1910-2007) es uno de los grandes no sólo de la literatura francesa de este siglo, sino de las letras contemporáneas. Sin embargo, en España es poco conocido fuera de los círculos de entendidos. Uno de esos entendidos, Enrique Vila-Matas, ha dedicado palabras esclarecedoras a su manera de escribir: «Poética de la inactividad y de la ensoñación solitaria y del contagio nebuloso entre la trama y un estilo que termina por avanzar a zancadas mientras la trama, tirada por el suelo, a duras penas le sigue, arrastrándose».
Esa definición, a propósito de su novela más famosa (
El martes de las Sirtes, que le valió un Premio Goncourt que el escritor rechazó), vale perfectamente para
La península, novela de la espera, que transcurre en unas horas de un día raro de final del verano, «como un renglón de vida totalmente virgen» marcado por el deambular del protagonista que espera la llegada de su amada, recorriendo una Bretaña de nombres ficticios y profundamente real. El paisaje, la quietud y la soledad se imponen sobre la acción, en este relato breve e intenso en el que destaca un vocabulario de notable riqueza.
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