(EUGENIO FUENTES) Gracq (1910-2007) alcanzó gran notoriedad en 1951 al rechazar –lo había advertido– el «Goncourt» que le fue concedido por
Le rivage des Syrtes (
El mar de las Sirtes), una novela sobre la espera como también lo es
La península.
En
Le rivage... se tratará de la espera sin tiempo de un individuo confinado en un territorio desértico, rasgo por el que se le acusó de plagiar al Buzzati de
El desierto de los tártaros. En
La península, que se inscribe en el adiós de Gracq a la narración y forma trilogía con
La route (
La carretera) y
El rey Cophetua (Nocturna, 2010), se tratará de una espera marcada por el deseo de la amante que no llega.
Calmo, demorado, con la relajante precisión que le caracteriza, Gracq invita al lector a un delicioso viaje por Bretaña que a ratos puede parecer un sueño y, a ratos, se aparenta a un diálogo en espejo con la leyenda de Tristán e Isolda.
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