(ENRIQUE CASTAÑOS) El control de las obras de literatura, y más si se trata de los grandes clásicos, debería ser más exigente por parte de la autoridad correspondiente...
Hace poco compré una edición barata de la célebre novela de Dickens bajo el título
Almacén de antigüedades, en Edimat Ediciones, fechada en 2009, aunque ya me resultó sospechoso que no apareciera el nombre del traductor, sino un vago y ambiguo «equipo editorial» como responsable de la traducción. Es cierto, sin embargo, que contenía un correcto estudio introductorio de Ivana Mollo, indicándose además en la contraportada que se trataba de la edición íntegra del texto. La edición consta de 344 páginas y sesenta y un capítulos más un epílogo. Cuál sería mi sorpresa al descubrir a los pocos días una edición del mismo clásico de Dickens, en Nocturna Ediciones, con traducción de Bernardo Moreno Carrillo y adecuadas ilustraciones de George Cattermole y Hablot K. Browne. Pero lo verdaderamente curioso es que esta preciosa edición, titulada
La tienda de antigüedades, es un voluminoso ejemplar de 782 páginas (el número de caracteres entre una y otra edición es similar por página), setenta y dos capítulos y el epílogo. Contrastando ambas, constituye un auténtico despropósito cómo se pueden permitir ediciones absolutamente faltas del más mínimo rigor como la de Edimat.
-
ENLACE al artículo.