En El vagón de las mujeres, de la también escritora india, Anita Nair, la protagonista, Akhila, ve en el impulso de viajar una fuga hacia delante. El viaje como detonador de cambios va a ser también en Mis santas tías el modo de rebelión de estos personajes que quieren salir de la sordidez y trastocar sus existencias, aunque sólo sea unos días. Si la escritura de Nair es densa y reflexiva, la de Sharma está atravesada por la ironía, sucesos desternillantes y escenas de una plástica casi surrealista.
Los elementos grotescos responden a veces a la lógica de las fábulas o de los cuentos infantiles, pero su carga soterrada no es naif. Así, por ejemplo, en el relato "Las pruebas de una tía alta", la complaciente Roopbala mide 1,78 mientras que su pequeño marido no alcanza 1,62. La humillación del marido que tiene que levantar la cabeza para mirar a su esposa, conducirá a un final truculento. En "La vida en un palacio", un furibundo ataque de abejas a la británica profesora de danza y las alucinaciones del hijo borracho del rajá son episodios marcados por la bruma de las pesadillas, y la sonrisa cáustica de la autora enmascara el tremendismo con un rumbo humorístico.
Por encima de todas las peripecias, la dignidad de un puñado de mujeres que no conocen la autocompasión, decididas a cumplir el mandato de su voluntad.
Mis santas tías
Bulbul Sharma
Traducción de Marta Torres. Nocturna. Madrid, 2011